La ceremonia

- No podréis hacer nada sin que yo os lo autorice. Sólo yo os puedo traer más Elfos para próximas ceremonias.-Handon sigue pensando en la interrupción del Inquisidor.- Vos sois lo suficientemente sabio para saber que podéis obtener más provecho si vivo que si muero. Pero si no sé nada, tampoco os puedo ayudar.

-¡Corred!-Grita el inquisidor, asustado-Ag, thek, for!- Y desaparece

Tras ello, varios elfos con unas lujosas armaduras y poderosos arcos rodean y apuntan a Handon.

Handon se sorprende ante la aparición de los Elfos, pero se queda quieto hasta que todos le miran.

- Elen síla lúmenn' omentielvo, hermanos. Una estrella brilla a la hora de nuestro encuentro. Os agradezco que vinierais, aunque no haya llamado, pero como dicen los sabios, "la ayuda inesperada es siempre la más dichosa".

-Saludos hermano,buscamos al culto de Nekareth, el que habéis visto. Quieren una de nuestras almas, pero no se las daremos, derrotaremos a su culto y a los Thelmor!

. Esta vez han fallado, pero volverán a intentarlo. ¿Qué me podeís decir del culto? Puedo seros de ayuda en el pueblo ¡Hermanos! Vuestras caras... os he visto antes.- dijo Handon clavando la mirada en dos de los Elfos más alejados.- ¿Qué destino sufrió vuestro hermano de sangre?

-Muerto por el ogro del culto, nuestro hermano de sangre pagó con su vida para salvarnos, y aún así...la desgracia caerá sobre Amsfor. Pero aún no es tarde, venid conmigo, alludadnos.El culto de Nekareth es una orden religiosa que sirve a los Thelmor, aquellos que habéis visto no eran el inquisidor ni sus acólitos ellos, son thelmor, cuyo cuerpo abandonaron y ahora son marionetas de los Acarios, los que los controlan.

- Entonces... ¿el Inquisidor es de fiar? Os ayudaré, pero antes quisiera hacer algo por el Paladín- contestó Handon acercándose a una antorcha.

Después de coger la antorcha se acercó al altar y la arrojó a los pies del Paladín.

- El funeral de un rey de antaño, mi último regalo.- susurró.

Handon sigue al grupo, tras el funeral del paladin, y llegan a una estancia vacía,pero, tambien, sin poder seguir, como un muro de piedra intranspasable. Entonces, el suelo se empieza a caer alrededor, y Handon observa como uno de sus compañeros es atravesado con un enorme pincho azulado.

- ¿Qué demonios...? ¡A cubierto!- grita empujando a uno de los Elfos contra la pared poco antes de que otro pincho le traspasara

El suelo, tras unos segundos, desaparece al completo y solo se ven los pinchos con unos elfos atravesados por ellos. Tras un rato, un elfo ve como cruzar y dice:

- Se puede pasar por allí.-Indicando

- Iré delante.-dice Handon empezando a tantear el terreno bajo sus pies.- Cuidado ahora

Tras un rato, cruzan todos y continúan por el camino.

- Fin del viaje.- Dice un elfo, pues no había vuelta

-Dita sea. Sin vueltaaaaaa- Entonces, el grupo cae por un agujero que se ha abierto cuando decía la frase.

El grupo sigue cayendo y al mirar abajo Handon no ve más que negruna. Tan solo uno pocos Elfos le acompañan en la interminable caída.

Entonces, el grupo choca con el suelo y se retuerce de dolor. Varios minutos despues, handon, a duras penas, compureba quienes han sobrevivido. Varios han muerto en la caida, solo quedaban cuatro contándole.

Uno de ellos le ayuda a levantarse mientras que otro, al parecer el líder, encendía una antorcha y murmuraba:

- Solo nos queda una opción: enfrentarnos a la larga oscuridad.

Tras avanzar, ven un par de esqueletos con viejas armaduras, y uno de los elfos se estremece. Poco despues, aparece el otro grupo de elfos.

Handon avista a los esqueletos y encorda el arco. El líder saluda a los demás Elfos y manda lanzar una descarga de flechas. La flecha de Handon, rudimentaria y poco efectiva vuela con las demás

Las flechas impactan contra la ósea carcasa del no-muerto, y,a pesar de que no le dieron a los huesos, caen fulminados por alguna magia.

Siguiendo el camino, pronto se divide en dos.

-Nosotros por la izquierda, el resto a la derecha- El resto asiente y Handon con ellos. Tras separarnos, tras unos minutos, oimos el ruido de fuego y un grito de dolor.

-¿Eso ha sonado en el otro túnel? Señor, ¿qué hacemos?- pregunta Handon.- ¡Debemos socorrerles!

-Sigamos, una trampa de fuego, no podemos hacer nada por ellos.- Dice el líder, el cual llevaba un enorme yelmo dorado que lo hacía distingible.

Tras una caminata, llegan a una sala vieja, donde el oscuro metal azul se funde en las sombras. Entonces, el elfo pronuncia una extraña palabra y dice:

-Es seguro, descansemos aquí-

Handon deshace su macuto y saca su remendada manta. Se acurruca en un rincón e intenta olvidar los horrores a los que se enfrentó durante el día.

Tras unas horas de descanso, el grupo reemprendre la marcha, y se encuentra un altar sin columnas, azul y mucho más grande anchamente que el anterior. En el, reposan tres acólitos. El líder, con dos hojas, se acerca y acuchilla a los acólitos varias veces. Tras ello, siguen su camino y se quedan varados, sin ida y con vuelta, pero sin poder seguir, y sin más trampas.

Resignados, los Elfos comienzan a recorrer el camino para volver al altar de Kaldrias. Una jornada después llegan al altar, y algunos Elfos están allí, heridos y cansados.

- ¡Señor! Cuando caísteis, aparecieron varios acólitos y nos atacaron en medio de la confusión.- dijo uno, al parecer el único que podía tenerse en pie.- Desde entonces llegan varios cada cierto tiempo, aunque ahora no son acólitos, sino Thelmor. Hacen 6 horas del último ataque.

-Tranquilo, no podrán con nostros, estamos mejor preparados y equipados. Hagamos guardias de dos, por aquí tiene que haber una especie de sello protector.

Handon escuchó las palabras de los dos guerreros y acto seguido comenzó a buscar cualquier cosa, que les sacara de las alcantarillas. Palpando la pared a la luz de las antorchas no encontró nada. Todos estaban cansados y algunoos cayeron dormidos pero unos pocos aún seguían buscando una salida. Una sensación de placer invadió a Handon cuando se acercó a una de las columnas e hizo que trastabillara de sueño. Al apoyarse, encontró un saliente en la perfecta superficie pulida. Avisó al líder, que se acercó y murmuró unas pocas palabras. Con gran estruendo, la pared se abrió y se pudo ver el pasadizo que había cruzado para llegar al altar.

Los Elfos despertaron poco a poco a medida que el aire limpio entraba a la sala y, unos despejados, otros heridos y los más simplemente cansados empezaron otra vez la marcha.